Las teorías de Nietzsche y Platón siempre se han interpretado como contrapuestas debido a la aparente distancia que las separa, desde el idealismo y el moralismo de Platón, hasta la reivindicación de la vida, la fuerza y la salud de Nietzsche.
Sin embargo, existen toda una serie de similitudes que permiten a ambos filósofos reconocerse dentro de un mismo espectro revolucionario, es decir, ser críticos con la cultura de su tiempo. Pese a tratarse de dos perspectivas filosóficas diferentes, ambos comparten un mismo espíritu aristocrático de carácter combativo, cuyo fin no es otro que el de dar cabida a una forma de vida «mejor».
Nietzsche, lector y crítico de Platón
El trasfondo que subyace a la filosofía nietzscheana viene marcado por una tremenda obsesión por Platón; una fijación que, paradójicamente, le condujo a tener una visión sesgada sobre su figura. El recelo anticristiano con el que demonizó a Platón a través de una comprensión trágica de la vida, propia de la filosofía vitalista y romántica prestada de Schopenhauer y el espíritu de la música de Wagner, convirtió el idealismo socrático-platónico en su objeto de estudio y crítica principal. Así, no puede decirse que la lectura y comprensión sobre el ateniense haya sido muy objetiva, o por lo menos la más adecuada.
En su crítica a Platón, Nietzsche argumenta cómo fue la filosofía racionalista y metafísica de Sócrates la que determinó al Platón de madurez y su visión del mundo, alejándole cada vez más del sentido de la tierra, el cambio y el devenir, y acercándole más a los ideales fijos y suprasensibles del bien, la belleza y la justicia.
Además, Sócrates no solo le habría hecho condenar las experiencias carnales, sino también despreciar hasta el punto del destierro todos aquellos caracteres dionisiacos y trágicos de la vida humana, propios de lo que Nietzsche definía como la Grecia helénica o la Edad de los titanes: una cultura en la que, antes del impacto del socratismo, eran la justa armonía entre lo apolíneo —o racional— y lo dionisiaco —o pulsional— el fundamento que hacía resplandecer a la sociedad griega:
«En Sócrates reconocemos al adversario de Dioniso, el nuevo Orfeo que se levanta contra Dioniso y que, aunque destinado a ser despedazado por las ménades del tribunal ateniense, fuerza, en efecto, al mismo dios de superior poder a emprender la huida»
Nietzsche, F. (2018). «El nacimiento de la tragedia». Capítulo 12. En D. Sánchez Meca (Ed.), Friedrich Nietzsche. Obras completas. Volumen I. Escritos de juventud. (2.ª ed., Vol. 1, p. 387). Tecnos.
El trasfondo de la filosofía nietzscheana viene marcado por una tremenda obsesión por Platón que le condujo a tener una visión sesgada sobre su figura
República platónica y república del genio nietzscheana: dos formas de gobierno antidemocráticas
Además de las diferencias más notables que hacen a Nietzsche distanciarse de Platón y, a su vez, construir las bases de su propia filosofía no racionalista, pueden apreciarse semejanzas entre ambos pensadores. Aunque no lo parezca, existe todo un puente que conecta el idealismo platónico con la filosofía política de Nietzsche. Tanto él como Platón plantean un mismo ideal aristocrático, cuya realización dista mucho de ser aplicable en la realidad de una sociedad democrática.
Pese a que ambos pensadores reivindican dos líneas de pensamiento distintas, esto es, una racional, centrada en el bien común, y otra pulsional, más individualista, el objetivo al que aspiran es muy similar: una transformación política y social, que garantice la soberanía de los mejores, ya sean estos entendidos como transmutadores de valores (Nietzsche) o como conocedores de ideas (Platón).
Dentro de las principales características que pueden catalogarse como más cercanas, cabe destacar el rechazo a la democracia. Tanto para Platón como para Nietzsche, era necesario reestructurar la organización social de su época en forma de aristocracia, pues consideraban que ni el gobierno ni la forma en que este se estructuraba eran las adecuadas. Ambos filósofos son críticos con su presente, cuya decadencia, sea vista desde un punto de vista u otro, era debida a una misma causa: la incompetencia de quienes gobiernan.
Es clara la rabia y el recelo con el que ambos pensadores atacaron el orden social en el que les tocó vivir. En el caso de Platón, la democracia y su forma de proceder por sorteo no es considerada una buena medida para con el bienestar de una comunidad, pues si la persona elegida no sabe lo que tiene que saber, es decir, no ostenta una naturaleza o alma capaz de contemplar la Idea de Bien, no podrá guiar correctamente a la sociedad.
A su vez, según Nietzsche, la democracia hace que las personas menos capacitadas puedan instaurar un control y dominio sobre los más aptos, lo que es contra natura, es decir, insano, injusto y perjudicial no solo para estos individuos, sino también para la sociedad en su conjunto, pues impide su normal desarrollo.
Para Platón y Nietzsche, era necesario reestructurar la organización social de su época en forma de aristocracia, pues consideraban que ni el gobierno ni la forma en que este se estructuraba eran las adecuadas
Platón y Nietzsche subrayan la especial necesidad de seleccionar correctamente a las personas que por su naturaleza y preparación son más adecuadas para liderar un Estado. Por un lado, el Estado ideal de Platón funciona de una forma correcta si y solo si cada individuo ocupa una posición determinada conforme a la naturaleza de su alma y educación (trabajadores, guardianes o gobernantes), que entre todos encaminen a la sociedad hacia el bien común. Escribe Platón:
«A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado […] no habrá, querido Glaucón, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano»
Platón. (2018). Libro V. En C. Eggers Lan (Trad.), República (473 d. Vol. 3, p. 181). Gredos.
Por otro lado, en la república del genio de Nietzsche pasa algo muy similar, pero sin llegarse a establecer ese bien común, sino la superación del hombre mismo gracias a la figura del superhombre. Al igual que la república platónica, el ideario político de Nietzsche también defiende que cada persona ostenta un cargo o papel en la sociedad, solo que esta vez sería conforme a su mentalidad de amo o esclavo.
Así, son estos últimos aquellos que deben obedecer las directrices de los más fuertes, permitiéndoles ejercer su voluntad de poder para dar la bienvenida a ese nuevo tipo humano liberado que está por venir: «El esclavo es una figura necesaria en su política aristocrática. Sin esclavos no es posible la edificación de una gran cultura: este es el precio que ha de pagarse siempre para que el genio pueda crear y cumplir su cometido»1.
El ser humano, entendido como animal reprimido, solo podrá ser superado si logra volver a vivir una vida liberada de la tiranía de la razón cristiana, sin tantas coerciones y centrada exclusivamente en el sentido de la tierra: «Yo amo a quienes, para declinar y sacrificarse, no buscan una razón detrás de las estrellas, sino que se sacrifican en aras de la tierra para que un día pertenezca al superhombre»2.
En esencia, el superhombre es el fin o meta al que aspira toda la filosofía de Nietzsche, pues su política es una preparación del individuo y la sociedad para dar paso y cabida a esos nuevos filósofos que están por venir, cuyos valores transmutados no serán metafísicos, sino terrenales, es decir, por y para el ser humano.
Por eso para Nietzsche el hombre bueno y virtuoso es aquel que es consciente de su naturaleza instintiva; aquel que no está constreñido por la moral del rebaño y, por tanto, puede vivir una vida en plenitud, no ascética, desarrollando la totalidad de sus facultades: «El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre —una cuerda sobre un abismo […]. La grandeza del hombre consiste en ser un puente y no una meta: lo que se puede amar en el hombre es que es un tránsito y un ocaso»3.
Platón y Nietzsche subrayan la especial necesidad de seleccionar correctamente a las personas que por su naturaleza y preparación son más adecuadas para liderar un Estado
Nietzsche y Platón: una disyunción no excluyente
Razón y sentimiento no se excluyen mutuamente, al igual que Platón y Nietzsche. Es verdad que la relación que el alemán estableció con el ateniense dista de ser clara y precisa, ya que, así como sus textos pueden entenderse a primera vista como un rechazo despiadado a su idealismo, existen partes en las que Platón es alabado como objeto de su crítica principal.
Por eso es importante no caer en el juicio estanco de ver a Platón como la antítesis de Nietzsche, pues, de acuerdo con escasos pero existentes fragmentos y escritos, Nietzsche subraya la importancia y estima que tiene hacia el filósofo griego como «la más bella planta de la Antigüedad»4. Por ejemplo, existen citas de la mano del propio filósofo en las que habla de «la sangre platónica que corre por sus venas», al igual que la de otros pensadores considerados por él «vampiristas» como, por ejemplo, Pascal, Goethe o Spinoza.
Dicho lo anterior, parece que, al igual que no sería correcto definir a Nietzsche como amoral o relativista, sino vitalista y perspectivista, tampoco sería acertado entenderlo como un filósofo aplatónico, ya que impide comprender esa estética receptiva de amor-odio hacia Platón que ha configurado gran parte de su pensamiento.
No existe, pues, una razón de peso que nos obligue a estudiar de forma separada a Platón y Nietzsche, pues la comprensión y lectura de cada uno se ve mucho más enriquecida de la mano del otro. Su obra puede ser vista como un diálogo crítico con Platón, que el alemán ha tratado de desarrollar para denunciarla y modificarla, pero sin dejar de ser por ello un claro heredero y admirador de sus ideales y utopías aristocráticas.
En suma, no debe ignorarse la estima e importancia que Nietzsche supo dar a las ideas del ateniense para llevar a cabo su sistema filosófico. Ya sea su filosofía política —la gran política—, su ontología —el rechazo del ideal ascético— o su teoría del conocimiento —la imposibilidad de que existan verdades absolutas—, es incuestionable el papel y la relevancia que tiene Platón en la filosofía de Nietzsche, pues la toma y reconfiguración crítica que hace de sus ideas forma parte del sustrato que alimenta y da forma a su propia filosofía.
Te puede interesar
Notas
1 Esteban Enguita, J. E. (2001). «El aristocratismo político de Nietzsche». En Nietzsche y la «gran política». Antídotos y venenos del pensamiento nietzscheano (vol. 5, p. 201). Cuaderno Gris.
2 Nietzsche, F. (2018). Primera parte: «Discurso preliminar de Zaratustra». En J. R. Hernández Arias (Trad.), Así habló Zaratustra (Vol. 2, p. 23). Gredos.
3 Nietzsche, F. Íbid (vol. 2, p. 23).
4 Más allá del bien y del mal, Nietzsche, F., 1886.
Sobre el autor
Roberto del Duca (Madrid, 1998) es licenciado en Filosofía y actualmente doctorando en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Las áreas de estudio que más ha trabajado giran en torno al idealismo de Platón, la filosofía vitalista de Nietzsche y el existencialismo de Camus. El foco principal de su actual investigación se encuentra en la relación que guarda la filosofía del joven Nietzsche con la de Platón. Tiene dos publicaciones y un máster en Crítica y Argumentación Filosófica (MCAF), también realizado en la UAM.
Deja un comentario