A la hora de hablar de Platón siempre se recuerda –como hace Elsa Punset, según veremos más adelante– la cita del filósofo y matemático Alfred North Whitehead según la cual «toda la filosofía occidental consistiría en una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica». Si es cierto que la filosofía se ocupa de un puñado de temas –los más importantes para el ser humano–, el catálogo de esos temas lo inventó Platón, con el permiso de su maestro, Sócrates, y la inestimable colaboración de su discípulo, Aristóteles. Esta tríada sentó las sólidas bases del inmenso edificio histórico del pensamiento que vendría después y que dura hasta nuestros días. Por eso es imprescindible tener presente su legado.
¿Un ser divino?
En sus Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, cuenta el historiador Diógenes Laercio que “en Atenas había tradición de que, siendo Pericciona muy hermosa, quiso Aristón violentarla, pero que no lo ejecutó, absteniéndose de esta fuerza por haber tenido en sueños una visión de Apolo, y desde entonces hasta el parto la conservó pura de unión carnal”. De esa no unión carnal que tanto recuerda al nacimiento de Jesús en la tradición cristiana, de ese extraño sueño donde se aparece el dios Apolo, resulta que nació un niño llamado Aristocles. Ese es el verdadero nombre de Platón. El otro, por el que se le conoce, es un apodo que significa “el de espalda ancha” y que recibió por haber sido atleta en su juventud.
Reforzando la teoría del origen divino, se cuenta que Platón nació el mismo día del dios Apolo y en el que murió Pericles, de modo que el muchacho estaría ligado desde su infancia a los dioses del Olimpo y a los más sabios gobernantes de los hombres. Así es la vida del filósofo más ilustre de la Antigüedad: plagada de mitos y anécdotas donde la ficción seguro que se mezcla en buena parte con la realidad. Entre los datos que nos han llegado es seguro que pertenecía a una influyente familia de la aristocracia. Sus padres, Aristón y Perictione, tuvieron tres hijos más: dos varones (Adeimantus y Glaucon) y una hija, Potone, que alumbrará a Espeusipo, sobrino y protegido de Platón, además de su sucesor al frente de la Academia. Reticente a aparecer él mismo en su obra, echará mano de su parentela para confeccionar las voces de los diálogos. Como afirma John Burnet, uno de los máximos especialistas en Platón, “los diálogos de Platón no solo son un memorial a Sócrates, sino también a los días más felices de su propia familia”.
“Los diálogos de Platón no solo son un memorial a Sócrates, sino también a los días más felices de su propia familia”, dice John Burnet, uno de los mayores expertos en Platón
Sócrates: el deslumbramiento
El joven Platón recibió una educación exquisita, como exigía la tradición helénica tanto del cuerpo –se dice que llegó a participar en los juegos ístmicos– como de la mente. De la mano de los mejores maestros estudió gramática, retórica, música, poesía… Pero nada le influiría tanto como conocer y entrar en el círculo de seguidores de Sócrates. El encuentro también se presta al mito.
Se dice que Sócrates vio en sueños un pequeño cisne que aleteaba sobre sus rodillas y que, desplegando luego las alas, se elevó por los aires entre dulcísimos cantos. Al día siguiente conoció a Platón y dijo: «He aquí el cisne». Platón, que ya entonces había desarrollado sus capacidades literarias y había escrito algunas tragedias, quemó todos sus escritos anteriores. A partir de ese momento se dedicaría a la filosofía junto a su maestro. Unos siete u ocho años permanecieron juntos. Hasta que Sócrates fue condenado a muerte acusado de corromper a la juventud y de no creer en los dioses. La impresión que causó en Platón el proceso, condena y muerte del maestro solo es comparable al que le había causado su encuentro. Platón no estuvo presente en sus últimos momentos de su maestro, pero los reconstruyó en uno de sus diálogos: el Fedón.
Abrumado por los acontecimientos y temiendo represalias por su condición de amigo y discípulo de Sócrates, Platón iniciará un viaje y un exilio voluntario que lo llevará a diversos centros del saber de la época. La memoria de Sócrates jamás lo abandonará. De hecho, sus primeras obras son un intento de restituir su figura tanto de forma directa –como en Apología de Sócrates– como indirecta, ya que muchos de sus escritos de ética querían impedir la repetición de injusticias y castigos como los que sufrió su maestro.
La sombra del maestro
Conocer a Sócrates no solo decidiría la vida –dedicada a la filosofía a partir de ese momento– del joven Platón, sino también la obra. Sócrates no dejó ningún legado escrito de su pensamiento, pero en la obra de Platón –en su forma habitual de diálogos–, el maestro se convierte en un personaje locuaz. Tradicionalmente se ha admitido que la obra de Platón ha sido la vía por la que nos ha llegado el pensamiento de Sócrates, pero en ocasiones parece claro que fue Platón quien puso en boca de su antiguo maestro sus propios teorías. En este sentido, otro punto de discusión sería la ironía de Sócrates, que pondría en duda la literalidad de las palabras de Sócrates que Platón habría reflejado.
La relación personal entre ambos también tiene puntos de conflicto, como el hecho de que Platón no estuviera presente el día su muerte, cuando el maestro se encontraba rodeado de otros discípulos. «Platón estaba enfermo», dice el autor de sí mismo en el Fedón. Sí se postuló como voluntario para pagar la multa que se le impuso a Sócrates antes de cambiar este castigo por el de la pena de muerte.
La hora de la escritura
No es posible saber con certeza cuando comenzó la carrera literaria de Platón. Debió de ser, en todo caso, tras la muerte de Sócrates. Seguramente esta le decidiera a poner por escrito lo que había aprendido, al contrario que su maestro, al que la tradición oral le había bastado. Platón eligió esta forma, el diálogo, para plasmar conocimientos, inquietudes y opiniones.
Sus obras se pueden dividir en cuatro grupos:
- Las primeras se interesan por la ética. Entre ellas, Ion, Critón, Protágoras, Laques, Trasímaco, Lisis, Cármides y Eutifrón, además de la mencionada Apología.
- Las siguientes se centran en cuestiones políticas, algo que atrajo siempre a Platón desde niño –pues en su familia estaba rodeado de dirigentes– y, además, en su juventud participó en la guerra del Peloponeso. Destacan: Gorgias, Menón, Eutidemo, Hipias Menor, Crátilo, Hipias Mayor y Menexeno.
- En su madurez, Platón introduce la teoría de las ideas y desarrolla la de la reminiscencia. Igualmente se tratan los distintos mitos a lo largo de la páginas de El banquete, Fedón, La República y Fedro.
- En sus últimas obras (Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y Epínomis) se dedica a revisar ideas anteriores e introducir temas sobre la naturaleza o la medicina, entre otras disciplinas.
En las obras de Platón, los personajes suelen ser históricos, como Sócrates, Parménides de Elea, Gorgias o Fedón de Elis, aunque a veces también aparecen algunos de los que no se tiene ningún registro histórico. Platón no aparece nunca. Solamente es nombrado en Apología de Sócrates y en Fedón. En la actualidad se cree que Platón escribió cuarenta y dos diálogos, recopilados por sus discípulos y otros escritores contemporáneos (que también escribieron sobre él). Además de los diálogos, se conservan algunas cartas supuestamente escritas en su vejez. Algunas, como la Carta séptima, resultan vitales para reconstruir parte de la vida y el pensamiento de Platón.
Platón eligió el diálogo como forma para plasmar conocimientos, inquietudes y opiniones. Hoy se cree que escribió 42, recopilados por sus discípulos y otros escritores contemporáneos
Platón, el esclavo
El largo viaje de Platón le llevó, en primer lugar, a Megara. Allí entró en relación con la escuela y con Euclides de Megara. Posteriormente partió para África, visitando, primero, Egipto y, después, la Cirenaica, donde frecuentó al matemático Eudoxio de Cirene. A partir de este momento, los historiadores no se ponen de acuerdo y existen varias versiones del orden de sus viajes. Para unos, regresó directamente a Atenas y, para otros, marchó a Italia meridional para conocer las sedes pitagóricas y a Arquitas de Tarento, en concreto. Hacia el año 388 a. C. abandonará Italia (o Atenas, según la otra tradición interpretativa) y se dirigirá a Sicilia. En Siracusa reina Dionisio I el tirano. Platón desaprueba su gestión, pero tiene una buena relación con su cuñado Dión, con inquietudes de filósofo y gran admirador de los socráticos.
Quizá porque Platón condenó y criticó los vicios de la corte o porque Dionisio desconfió de la presencia de este ateniense amigo de su cuñado, o por ambas cosas, el caso es que Platón fue obligado por Dioniso a embarcarse en una nave espartana que –bien por inclemencias del tiempo o por un plan diseñado en Siracusa– hizo escala en la isla de Egina, en guerra contra Atenas. Platón, el gran filósofo, el discípulo predilecto de Sócrates, es vendido como esclavo. Tiene suerte: Aníceris, a quien había tratado en Cirene, lo reconoce y paga el rescate. Platón regresa a Atenas como hombre libre en el año 387 a. C.
La Academia
Tras haber pasado, más de los diez últimos años de su vida, viajando, Platón decide establecerse en Atenas, donde funda la Academia, a las afueras de la ciudad. Se trata del primer centro del saber, dedicado al estudio y a la enseñanza, a la manera de las universidades actuales. El nombre lo recibe por estar situada en un lugar cercano a los jardines del héroe Academos. Allí se enseñaba música, astronomía, matemáticas –en el frontispicio del centro estaba escrito el lema “nadie entre aquí que no sepa geometría”– y filosofía, todo al más alto nivel. El alumno más famoso de esa Academia fue Aristóteles, que llegó a los 18 años y permaneció en ella hasta la muerte de Platón, en el 347 a. C., a los 80 años de edad. Con el cambio de testigo, se completa el podio que, en Occidente, encabezará la siempre –por fortuna– inacabada lista de filósofos.
Un inmenso legado
Como no podía ser de otra manera, Platón, uno de los fundadores de la tradición filosófica, debió cuestionarse y plantearse una inmensa variedad de temas, hallando respuesta, a veces sorprendentes, para cada uno de ellos. Desde los orígenes del universo hasta el régimen de gobierno ideal, pasando por la materia de la que está hecha el alma y de donde vienen las ideas…, pocas cosas se resistieron a pasar por su mente y su pluma.
Comenzando por el principio del principio, respecto al origen del universo, Platón propugna que el orden natural proviene de una inteligencia ordenadora o demiurgo que actúa sobre una materia eterna móvil y caótica. No se trata de un dios o principio creador, sino ordenador de lo ya existente. Explica su teoría en el Timeo, una obra muy influyente durante muchos siglos especialmente sobre pensadores cristianos, que veían en el demiurgo reminiscencias de la explicación cristiana de la creación.
Desde los orígenes del universo hasta el gobierno ideal, la materia de la que está hecha el alma y de donde vienen las ideas…, pocas cosas quedaron fuera de su mente y su pluma
La teoría de las ideas aparece enseguida en la obra de Platón, ya que desde el momento en que se acepta la inteligencia ordenadora del demiurgo, este actúa –es decir, ordena– según un plan o modelo. Este plan o modelo son las ideas. La teoría de las ideas –o las formas– es uno de los hitos del pensamiento platónico. A grandes rasgos, defiende que existen entes inmateriales, absolutos, inmutables y universales independientes del mundo físico de los que derivan todo lo que existe en ese plano físico. Serían, por ejemplo, la bondad, la justicia, la virtud o el ser humano en sí mismo. Y de ellas llegan todo lo bueno, todo lo justo, todo lo virtuoso y todos los hombres.
La concepción platónica de la realidad se desdoblaría por tanto en dos niveles: el mundo inmutable de las ideas y el mundo físico o sensible, sometido a cambios y vaivenes. La distinción es tan radical que todo el pensamiento de Platón se verá sesgado por ella. A partir de esta dicotomía, Platón se convierte en un filósofo-bi, en un pensador dual que traslada su concepción binaria a los distintos órdenes de su pensamiento.
En el antropológico, Platón diferencia entre cuerpo y alma. El primero pertenece al mundo sensible y nos vincula con la realidad material, mientras el alma participa del mundo ideal, vinculándonos así con lo divino y lo inmortal. El hombre, según Platón, se identificaría más con el alma que con la suma de alma-cuerpo, por lo que creyó que la encarnación del alma es una situación transitoria y contraria a su destino.
La teoría de las ideas es uno de los hitos del pensamiento platónico. Defiende que existen entes inmateriales e inmutables independientes del mundo físico y de ellos derivan la bondad, la justicia, la virtud o el ser humano en sí mismo
En lo que respecta al conocimiento, la dualidad toma las formas de doxa (opinión) y episteme (saber y ciencia). Las primeras pueden estar equivocadas, son variables y cambiantes… No así la segunda, estable, verdadera y firme. En La república, se da la clave: el saber tiene como objeto las estructuras inteligibles, las ideas, mientras que la opinión se ocupa del mundo físico y sensible.
Individuo y Estado
A la hora de organizar la sociedad, Platón deja de lado su idealismo y desarrolla un sistema que intenta llevar a la práctica en distintos momentos… para cosechar decepciones. Sin embargo, jamás dejará de imaginar cómo debería ser un orden político ideal, orden que gira en torno a dos ideas:
- La primera es una división funcional de los ciudadanos en productores, dedicados a la actividad económica; guardianes, que se ocupan de la seguridad y el orden; y gobernantes.
Los niveles tienen su origen y correspondencia con las partes del alma:
apetito, ánimo y razón. - La segunda idea es la búsqueda de la justicia, que llegará cuando cada grupo social desempeñe la función que le es propia y con la virtud que le es propia: los gobernantes, la prudencia; el valor en los guardianes y la moderación de los productores. Por encima de todos ellos, coronará un Estado ideal la figura del sabio o filósofo. Llega a esta conclusión después de haber valorado diversas formas de organización:
- Tiranía, el más perverso de los regímenes.
- Democracia, el gobierno del pueblo o sus representantes, es muy imperfecto para Platón.
- Oligarquía, donde gobierne una ambiciosa minoría.
- Timocracia o régimen militar.
- Monarquía o aristocracia, que sería la forma más perfecta ya que se asegura el gobierno de los mejores, los más preparados. En el contexto del gobierno de los mejores aparece la figura del rey-filósofo. Según Platón, para aspirar al máximo bien es preciso poseer la idea de bien. Sólo quienes hayan conocido esta idea podrán dirigir los asuntos públicos correctamente, una tarea para lo que es preciso prepararse desde la niñez. De ahí también la importancia capital de la educación. Y todo ello para promover, con garantías, los fines del Estado: la virtud y la justicia que llevarán a una sociedad feliz.
3 pensadores opinando sobre Platón
Eugenio Trías, filósofo (fallecido en 2013)
En El Cultural, en un artículo titulado Nietzsche y Platón.
“En el pasado siglo no hubo quien osara reconocerse seriamente platónico en ese gremio. En cambio abundó el consenso que lo convierte en chivo expiatorio entre filósofos. Platón es el gran villano de la filosofía del siglo XX: fundador de la “sociedad cerrada” (Popper), iniciador de la historia de la metafísica y del divorcio del Arte y de la Verdad (Heidegger), responsable del olvido de la Archi-escritura y consiguiente gestación del Logo-Falo-centrismo (Derrida), paradigma de toda suerte de Meta-relato, etc. Todo filósofo que se precie descargó todas sus obsesiones negativas sobre ese padre fundador, iniciando un intento de parricidio con él que, sin embargo, se reveló “fallido” (por usar la expresión de Emmanuelle Severino)”.Elsa Punset, divulgadora y escritora
“Alfred North Whitehead decía que la tradición filosófica europea consiste en una serie de notas a pie de página del pensamiento de Platón. Esto ha tenido algunas consecuencias negativas, porque no todas las ideas platónicas eran acertadas y, sin embargo, han permeado gran parte del pensamiento occidental. Carl Sagan le reprochaba a Platón, por ejemplo, una cierta desconfianza hacia la observación y el experimento y una actitud de desprecio por el mundo real y por la aplicación práctica de los conocimientos científicos. Otra de las aseveraciones platóncas más cuestionables ha sido la supuesta supremacía de la razón sobre la emoción, reforzadas por el trabajo de René Descartes o de Kant, y solo recientemente cuestionadas gracias al trabajado de neurocientíficos como Antonio Damasio”.Javier Gomá, filósofo y escritor, director de la Fundación Juan March
“Occidente ha sido platónico hasta el siglo XVIII, mientras la imagen del mundo dominante fue el cosmos: la idea de un mundo ordenado y jerárquico, en el que lo de abajo y sensible se subordina a lo está arriba, inteligible pero invisible. No es que Platón tuviera una influencia tan colosal que su filosofía condicionara la mente del hombre durante milenios, sino que acertó a trasladar a un sistema conceptual consciente una imagen natural del mundo previa y posterior. Esa imagen del mundo, la cósmica, ha perdido validez para nosotros, pero Platón y su filosofía representan una posibilidad permanente de lo humano”.
Los mitos de Platón
Resulta que el filósofo que odiaba a los poetas, que no les dejó hueco en su ciudad perfecta, nos regala sublimes páginas literarias dedicadas a la confección de mitos: imágenes, parábolas, alegorías o metáforas –al estilo de los poetas– que intentan verter luz sobre temas difíciles al conocimiento. Los más conocidos son el mito de la caverna y el del carro alado.
El mito de la caverna
Se encuentra en La república. Allí, Platón dice expresamente que el mito quiere ser una metáfora “de nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación”, es decir, que aclara cuestiones relativas a la teoría del conocimiento. Otras interpretaciones nos llevan a disciplinas como la ontología, la antropología, la política y la ética. Se puede articular en tres partes:
- La primera describe la vida en el interior de la caverna. Los prisioneros están encadenados y su único pasatiempo es mirar el fondo de la estancia. No pueden dirigir su vista hacia otro lado. Desde allí, gracias a la luz de un fuego, llegan juegos de sombras que representan los animales, los árboles… todo lo que existe en el mundo. Tomaríamos esas sombras por la realidad.
- La liberación comenzaría si alguno de esos prisioneros fuera obligado a volverse hacia la hoguera, contemplando, bajo su luz, la nueva realidad. Se trata de una realidad más profunda y completa, ya que en ella reside la causa de la primera, compuesta solo de apariencias sensibles. Una vez que ha asumido el hombre esta nueva situación, es obligado a encaminarse hacia fuera de la caverna a través de una escarpada subida, apreciando la realidad exterior: hombres, árboles, lagos, astros, etc. En la alegoría corresponden con el mundo inteligible. Queda un último movimiento de la vista hacia “el sol y lo que le es propio”, metáfora que encarna la idea de Bien.
- Conocido el mundo exterior, el hombre siente la obligación moral de rescatar de las sombras a sus compañeros. El antiguo prisionero desciende al interior de la caverna para “liberar” a sus antiguos compañeros, pero se encuentra con su incomprensión.
La interpretación antropológica afirma que el hombre es prisionero en tanto que vive en el mundo sensible y sus valores. Su liberación es descubrir el mundo de las ideas. Convertido en filósofo, trasciende las ataduras del cuerpo y del mundo sensible y asciende al de las ideas aspirando siempre a la más alta, el Bien. Connotaciones políticas y éticas hacen hincapié en la necesidad de que, una vez conocido el mundo ideal, el hombre libre debe bajar a rescatar a sus hermanos cautivos y no quedarse en la mera contemplación de las ideas, incluso a riesgo de la incomprensión y el castigo como le ocurrió a Sócrates al querer enseñar el camino de la verdad al resto de los hombres.
Para Platón, el hombre es prisionero en tanto que vive en el mundo sensible y sus valores. Su liberación es descubrir el mundo de las ideas
El mito del carro alado
En el diálogo Fedro, Platón utiliza esta alegoría para ilustrar su teoría sobre el destino de las almas. En este mito, las almas se presentan como un carro dirigido por un auriga del que tiran dos caballos. El alma será la fuerza natural que mantiene unidos al carro y a su auriga, sostenidos por alas; una fuerza capaz de elevar lo pesado, encaminándolo hacia el lugar donde habitan los dioses. El cultivo y la dedicación a lo hermoso, lo sabio y lo bueno hacen crecer las alas que harán más ligera la ascensión. En cambio lo malo, lo vergonzoso y feo tiene como resultado que estas se extingan: la caída será inevitable.
Si los caballos y aurigas de los dioses son siempre buenos, su ascensión se simplifica: está garantizada. En el caso de los hombres, la subida es más costosa. La causa es que el auriga ha de guiar una pareja de caballos de distinta índole. Uno es blanco y simboliza la belleza y la verdad, mientras que el otro es negro, sinónimo del mal y lo feo. El auriga es la parte racional, el equilibrio. Si el auriga es capaz de controlar a los caballos, el conjunto se elevará y contemplará el mundo de las ideas. Si no lo hace, los caballos se rebelarán, el carro no podrá elevarse y caerá en el mundo de las cosas, el mundo sensible. El alma acabará en un cuerpo aprisionado con el anhelo de retornar a su mundo original, ese para el que estaba destinado.
Las partes del carro se corresponden, de esta manera, con la naturaleza tripartita del alma:
- La parte volitiva, donde residen los apetitos y deseos incontrolados. Es el animal negro y rebelde.
- El ánimo, bajo la forma de caballo blanco, es la parte que aspira siempre a la verdad y al bien.
- El auriga simboliza la razón, es el encargado de controlar los apetitos. “De ahí que –como sentencia Platón– en nuestro caso, la conducción tiene que resultar necesariamente ardua y difícil”.
El mito resume perfectamente la invitación vital que nos lanza la filosofía de Platón: dedicarse al cultivo de las distintas formas de belleza, verdad y bondad para alcanzar el Bien. Es posible porque, aunque las cosas naturales están dirigidas y controladas por la divinidad, el alma humana es capaz de participar en esa naturaleza divina. Solo habrá que vencer al principio opuesto que pervierte el alma, corta sus alas y la hace caer al mundo de la finitud y la contingencia.
El pensamiento de Platón contado por él mismo
Ideas. “Si un hombre no arriesga nada por sus ideas, o bien sus ideas no valen nada, o es el propio hombre el que nada vale».
Verdad. “¿Cuándo, entonces, el alma aprehende la verdad? Porque cuando intenta examinar algo en compañía del cuerpo, está claro que es engañada por él (…). ¿No es, pues, al reflexionar, más que en ningún otro momento cuando se le hace evidente algo de o real? (…) Y reflexiona, sin duda, de manera óptima cuando no la perturba ni el oído, ni la vista, ni el dolor, ni placer alguno, sino que ella se encuentra al máximo en sí misma, mandando de paseo al cuerpo y, sin comunicarse ni adherirse a él, tiende hacia lo existente».
Sabiduría. “Lo poco que sé se lo debo a mi ignorancia”.
Arte. “No solo tenemos que vigilar a los poetas y obligarles o a representar en sus obras modelos de buen carácter o a no divulgarlas entre nosotros, sino que también hay que ejercer inspección sobre los demás artistas”.
Igualdad. “Por consiguiente, también a las mujeres habrá que introducirlas en ambas artes, e igualmente en lo relativo a la guerra; y será preciso también tratarlas de la misma manera».
Virtudes. “Valiente, precisamente, creo que llamaremos a cada individuo cuando su ánimo preserva, a través de placeres y penas, lo prescrito por la razón en cuanto a lo que hay que temer y lo que no (…). Y sabio (prudente) se le ha de llamar por aquella pequeña parte que mandaba en su interior prescribiendo tales cosas, poseyendo en sí misma, a su vez, el saber de lo que es provechoso para cada una y para la comunidad que integran las tres (…). Y moderado será por obra de la amistad y concordia de estas mismas partes, cuando lo que manda y lo que es mandado están de acuerdo en que la parte racional es la que debe mandar y no se rebelan contra ella».
Filosofía. “La filosofía es la ciencia de los hombres libres».
Ciudad perfecta. «Nosotros no establecemos la ciudad mirando a que una clase de gente sea especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda».
Conocimiento. «Solo hay un Dios, y es el conocimiento, y una maldad, que es la ignorancia».
Amor platónico
La parte de verdad que llevan los tópicos hace que todos sepamos algo de Platón al conocer y usar la expresión ‘amor platónico’. El filósofo Manuel Cruz la analiza en su libro Los filósofos y el amor y afirma, con Diotima –personaje que juega un papel importante en El banquete de Platón–, que el deseo «empieza por apuntar en general hacia los cuerpos bellos y que, de inmediato, repara en un solo cuerpo. Pero la hermosura de ese concreto cuerpo juvenil está hermanada con la de otros cuerpos (…). Si lo encontramos hermoso fue porque reconocimos que en él se encontraba la misma belleza que habita en otros cuerpos hermosos». Es el primer paso para dejar de amar un cuerpo en concreto y comenzar a amar la belleza de todos ellos… en general. El proceso debe concluir, en un estado ulterior, como narra Platón en El banquete, con el amor a una idea de belleza «pura, limpia, sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de colores, ni, en suma, de otras muchas fruslerías mortales».
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